sábado, marzo 26, 2005

9. No todo termina por saberse.

Permanecí una semana en el hospital. La heridas no eran graves, contusiones y una pierna rota que tardó en sanar alrededor de dos meses. De los días en el hospital lo que recuerdo es la presencia casi todo el tiempo de ella. Y esa presencia que me fue enamorando con el paso de los días y que siguió de manera ininterrumpida toda la convalecencia. Del comandante su silencio. De nueva cuenta su desaparición. Una escueta nota donde en su parco estilo anunciaba que las cosas marchaban.
      Mi rutina de esos días era despertar, leer los periódicos, recibir los alimentos en la cama, fotografíar mis pies en cientos de posturas diferentes, luego a ella, platicar con los amigos que aparecían hasta eso constantemente, terminar de leer la pequeña biblioteca de la casa. De pronto un envío de Jiménez: un cuaderno y en la primera página “Deberías escribir”. Lo tomé a broma y fue que comencé esta historia. Pero lo mío en definitiva es la fotografía. Finalmente me dieron de alta y fue el caos. Todo mundo quería comprobar si en verdad había “quedado bien”. Me sentía como un pequeño dando sus primeros pasos titubeantes y la rehabilitación me dejaba exhausto. Poco antes de volver a la agencia ella organizó una fiesta, invito a todos mis conocidos, el departamento estaba atiborrado de gente. Lo mejor fue la aparición de Jiménez como si nada hubiera sucedió. Afable pero no afectuoso en demasía. En algún momento de esa noche, aún lúcido, me pregunté que significa para él estar ahí, qué lo motivaba a buscar mi amistad si apenas teníamos una pocas semanas de conocernos y aunque habíamos compartido situaciones de cierto modo extremas en realidad no nos conocíamos. Hasta mucho tiempo después me enteraría que fue justo en esa fiesta donde conocía a la chica que ahora es su esposa.
      Corríeron los martinis y la música lounge hasta la madrugada profunda que fue la hora que eligió la mayoría para retirarse. Al final, Jiménez (con quien no había vuelto a platicar desde que nos saludamos) y yo terminamos sentados en el comedor, la voz inigualable de Jules Magenta de fondo musical, y sobre la mesa los últimos decilitros de una botella de vodka y una cajetilla de cigarros a punto de terminarse. Ambos ya con bastante alcohol en la sangre pero no el suficiente aún para ser derrotados por la embriaguez, el sueño o el cansancio.
      —Ahora me dedicaré sólo a tocar música—. Dijo sin mirarme y sin embargo la noticia no me sorprendió. Lo miraba fijamente pero ignoro si sentía esa mirada sobre de él.
      —Ya no seré más comandante— ahora era él quien miraba, no hacia mí, en dirección a un punto invisible frente a él —me he dado de baja.
      El silencio entre canción y canción que acompañó el final de la frase del ahora ex comandante le dio un toque dramático al momento.
      —Había alguien muy importante tras Medina—. Sacó un nuevo cigarro de la cajetilla y sacando su encendedor de entre sus ropas lo encendió. Enseguida le dio una larga fumada. —Yo también tengo padrinos importantes, supongo que de alguna manera todos tienen a alguien “arriba”. Así es el sistema, pero eso ya lo sabes. Por eso estoy aquí contigo y no en una cárcel de alta seguridad o simplemente desaparecido.— Ahora si estaba realmente sorprendido. Uno sabe que estas cosas sucede pero por extrañas razones siempre imagina que jamás lo llegarán a tocar.—No todo lo que acontece termina por saberse—. El cielo comenzaba a dejar ver un tímido azul casi morado. —No sé que se negoció. Pudo ser algo importante, algo de aparador, pero incluso también algo sin importancia, incluso nada. En todo caso el trato incluía mi renuncia. Sin goce de sueldo por supuesto—. Un nuevo silencio mientras la nube de humos se dispersaba sobre nuestras cabezas. —Fue Medina el que mató a la mujer del hotel. Seguía órdenes. No se más al respecto. Quizá ella fuera amante de algún poderosos, tal vez pensaron que sabía demasiado. A lo mejor sólo querían joder a Medina. O lo conocían muy bien o no sabían quien era. Perdió el control y lo demás se fue a la chingada. La noche del asesinato en el auto, regresé a la oficina y me encontré con la orden de que me desapareciera de inmediato. No sabía por qué pero esas órdenes no deben tomarse a la ligera. El periódico del día siguiente me hizo entender la razón de la orden. Me protegían. Pero incluso así, si no hubiese sido Medina el elegido no estaríamos platicando en este momento. Era un tipo violento y sin escrúpulos, pero demasiado impulsivo y eso fue lo que permitió seguir sus pasos sin que se percatara. El día de la exposición pintaba perfecto para acercarse a ti y eliminarte. Marqué a tu celular pero estaba apagado. Tuve que improvisar. Como lo imaginas fui yo el que choco el auto de Medina.
      —Pero entonces qué, ¿Medina confesó de última hora?
      —Claro que no. Fue su sangre. —Aproveché este momento para levantarme y hacer que el disco volviera a sonar.
      —Antes de matar a la tipa del hotel la golpeó. Pero ella alcanzó a herirlo. Un ligero rasguño con las uñas. Más que suficiente. Tengo amigos en el forense que me informaron de eso y fue cuestión de apresurarse para que no borraran los registros. La información aparece o desaparece según convenga.
      —Nada se supo de eso…— balbucee
      —Por supuesto que no. Se manejó como un accidente. Alguién roba un camión por un motivo que se ignora. Choca y huye. Ustedes no eran sospechosos, ni había registro de su detención, por lo tanto quedaron tan sólo como pasajeros…
      —Escuché disparos
      —Y los hubo… —guardo un silencio no sé si con la intención de hacer ese momento más dramático —el par de gorilas de Medina aún heridos intentaban matarlos. Fui más rápido—. Nuevo silencio. La claridad del nuevo día filtrándose a través de la ventana. —entregué los resultados del análisis de sangre a mi protector y estos fueron los resultados de la negociación. Aquí estamos, contemplando un amanecer— se levantó y se aproximó a la ventana—No todos tenemos tanta suerte, sabes. No todos. Regresó a la mesa sin sentarse y apagó el cigarro en el cenicero —Ahora me dedicaré al rock.