lunes, junio 28, 2004

3. Vigila nos un mundo

Cada paso es un rompecabezas. Y una tortura mental la orden que va de la cabeza a los músculos de la pierna para que se levante. Y el estómago con vida propia buscando extirparse a sí mismo. El temblor en el pulso. La llave que no es necesario utilizar porque la puerta ya esta abierta. Pasos inseguros. El alcohol y el miedo. Prudencia. «Estas seguro que puedes caminar» «No quieres que te llevemos». «No hay pedo». Ahora me preguntaba porque había sido tan estúpido de rechazar la llevada. Si alguien esperaba adentro seguramente el comandante y sus amigos podrían haberlo ayudado. Empujo la puerta. Adentro silencio y oscuridad. Una punzada en la cabeza le hizo recordar un requinto poderoso, la única parte del ensayo que le había gustado. El grupo del comandante tocaba con feeling, pero la propuesta no me había emocionado del todo. Quizá porque pensaba que era conducido a una casa de seguridad donde me torturarían hasta hacerme firmar una confesión a cual más de falsa. El lugar así lo hacía creer. Un viejo bodegón abandonado en una colonia cuyas calles se veían solitarias y abandonadas salvo por un par de autos viejos y empolvados que junto a la banqueta parecían esperar algún dueño inexistente. La puerta se abrió con agudo chirrido y dentro todo era oscuridad. Y a pesar de prometer lo mismo que diferente sensación a la de ahora. Un instinto de conservación me hizo detenerme, pero el suave empujón de Jiménez me hizo entrar sin ningún problema. Se hizo la luz. Y entonces me quedo claro. Era el lugar de ensayo de Alter Ego.
     Por el piso cables de un lado a otro, un foco parpadeante, guitarras, bajo y batería, bocinas y aparatos que mi corto entendimiento musical no conocía. Eran cinco. El comandante y otros cuatro amigos. «Te traje porque queremos que nos tomes la fotografía oficial». Incredulidad. «Conozco tu trabajo». «Comenzaste en la nota roja ¿no?» Asentí. «Aunque no lo creas estuve en la exposición del mes pasado. Hasta compre una de las fotografías. Muy bueno el brindis por cierto.» Los demás conectaban sus instrumentos. Las cervezas eran extraídas de un vetusto frigobar. Me alcanzaron una. Silencio. «Este grupo va ser chingón. Nuestro demo va a quedar chingón. Necesitamos pues unas fotografías chingonas» Seguía afirmando con la cabeza. «Nuestra bronca es que no hay lana. Tiene que se de compas.» Silencio. «De los viáticos no te apures, nosotros los pagamos». Esta chela no va incluida en ellos, es cortesía de la casa.» Y no sólo esa, todas las demás que vinieron mientras ellos tocaban cinco o seis canciones para mi desconocidas pero que empezaba a tararear cuando decidieron que el ensayo terminaba. «Entonces que te pareció». Como pude les hice entender que había cosas que me agradaban. También acepté tomar las fotos. Por precaución más que por ganas.
     Entre pues a mi apartamento lamentando mi estupidez. Tratando de pensar que habría hecho alguno de aquellos tipos en mí caso. ¿Serían todos policías? Quizá no. Demasiada coincidencia. Trataba de que mis pasos no se oyeran pero era evidente mi fracaso. De cualquier forma al abrir la puerta me había delatado. Busqué a tientas en la pared el interruptor de la sala. La distancia enorme. Comienzo a sudar. Y el temblor ya no es sólo alcohólico. El silencio con una sorprendente capacidad de aturdir. Los ojos clavados en el pasillo que conduce a las habitaciones ahí cualquiera se podría ocultar y estarme esperando. Me decía a mi mismo que ya había visto demasiadas serias en la televisión. Finalmente encendí la luz. Todo en su lugar. Si habían entrado no era para robar precisamente. Después comencé a darme cuenta. Todos los cuadros de la sala estaban de cabeza. O los tendría yo así y había olvidado ese detalle. Tampoco faltaba ningún volumen en el librero. En las habitaciones todo en orden. Mi olfato buscaba algún aroma diferente. Nada. ¿Habría sido posible que saliera sin cerrar la puerta de la casa? Era casi imposible, sin embargo comenzaba a dudar de mi memoria. Igual y tal vez el asunto no era tan grave. Tal vez yo mismo había abierto la puerta pero por mi embriaguez no recordaba.
Pasado el susto mi estómago no resistió más y tuve que correr al baño. Vomitar. Sentir un extraño alivio. Dejar el pasado en ese remolino de agua contaminada. Llegar al lavabo y abrir el grifo para enjuagar la boca. Encontrar pegada en el espejo la nota

No pasaron más de quince minutos para su llegada. Se veía entero, Como si el alcohol fuera agua en sus venas. Evidentemente no estaba en servicio esa noche pero fue la primer persona que pensé podría decirme algo respecto a esa nota. «Espero que no hayas movido la nota de su sitio» Respondí que no. Esta vez no hubo saludos afectuosos, se metió a mi espacio como si lo conociera con anticipación, directo al baño. Seguía pegada al espejo. Un post-it amarillo con el siguiente mensaje: «No debió llevarse la fotografía».